Una pareja del mismo sexo sueña con casarse en San José, pero un evangélico, candidato presidencial, logra dividir al país y alimentar la homofobia. ¿Puede un político conservador bombardear los derechos humanos en un país considerado como el más feliz del mundo?
Mario Arias nació en Costa Rica y su pareja es Roberth Castillo, un venezolano que conoció por Internet. Luego de varios años de relación a distancia decidieron vivir juntos. Ya que en Caracas era imposible por la crisis política y económica, optaron por vivir en San José, la capital de un país sin ejército y conocido por su respeto a los derechos humanos. Mario y Roberth decidieron casarse cuando la Corte Interamericana de Derechos Humanos aseguró que el matrimonio igualitario era un derecho. Pero su boda se vio frustrada por una campaña de odio impulsada por movimientos religiosos y conservadores que estaban en contra de lo que llamaban “ideología de género”. Todo esto en medio de las elecciones presidenciales del 2018.
La noche del primero de abril de este año fue clave para el destino de la pareja. Costa Rica elegiría a su nuevo presidente. Si ganaba Carlos Alvarado, del Partido Acción Ciudadana, respirarían tranquilos. Pero si era electo el pastor evangélico Fabricio Alvarado, su vida, la de la población LGTBIQ y de las mujeres, se vería afectada. Fabricio Alvarado de Restauración Nacional era el candidato conservador más radical.
Durante esta campaña presidencial, Costa Rica se dio cuenta de que había vivido durante mucho tiempo sobre un mito: la de ser el país más feliz del mundo. La violencia y la discriminación se acentuaron gracias a los discursos de odio provenientes del candidato evangélico y respaldado por los conservadores que se oponían a la equidad de género. En ese escenario y previo a las elecciones presidenciales, se realizó una marcha organizada por el movimiento conservador, que se oponía a la educación integral libre y que buscaba romper con los estereotipos de lo que significa ser hombre o mujer y el respeto a la diversidad. La manifestación –cargada de mentiras – tuvo impacto en la población y en 10 de los 13 candidatos a la presidencia. Se opusieron a lo que llamaron ideología de género asegurando que promovía la homosexualidad, el matrimonio igualitario o el abuso sexual a los niños. La fractura social estaba hecha.
Mientras todo esto sucedía, Mario y Roberth preparaban su boda. Pero el candidato Fabricio Alvarado aprovechó el contexto y anunció que de ganar la presidencia no le temblaría el pulso para denunciar al pacto de San José y salirse de la CIDH, por promover un enfoque de género. Esto lo catapultó al primer plano de la política. En cinco días Fabricio Alvarado tomó el primer lugar de las encuestas y el Consejo Superior de Notarios prohibía a los notarios del país casar a las parejas del mismo sexo. Esto golpeó a Mario y Roberth que tuvieron que suspender su matrimonio.
“Vimos frustrado nuestro sueño unas horas y unos días antes de lograrlo”, recuerda Mario.
Con el apoyo de los grupos evangélicos, Fabricio Alvarado ganó la primera vuelta electoral. Ganaba el conservadurismo religioso de Restauración Nacional y se disparó la homofobia en Costa Rica. Mario y Roberth recibieron amenazas. Sufrían la dictadura religiosa, sin que esta hubiera ganado la elección.
Sin embargo, los jóvenes salieron a las calles y se manifestaron en contra del candidato religioso y el día de la elección lograron darle la presidencia al candidato de Acción Ciudadana, Carlos Alvarado. Miles salieron a celebrar, pero el daño estaba hecho. El país terminó fraccionado. La bancada evangélica en el Congreso costarricense se duplicó y Fabricio Alvarado salió fortalecido. Hoy ya sabe cómo ganar una elección y lo volverá a intentar en cuatro años.
La historia de Mario y Robeth fue recogida por el periodista Jerónimo Centurión en el documental Género, que busca informar y alertar al público en general sobre el alcance territorial, ideológico y político detrás de este movimiento, así como los actores que operan detrás de esta corriente conservadora que actúa en la región latinoamericana. El filme, además, busca promover un debate sobre las consecuencias que tendría en la vida de las personas el avance de esta corriente conservadora, contribuyendo a desmitificar los conceptos más utilizados y tergiversados por este movimiento.